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José José: El triste funcional

Por Sergio Almazán

José Rómulo Sosa Ortíz o mejor dicho, José José murió con 71 años de edad y medio siglo de carrera musical. Siendo la voz masculina más importante de la balada mexicana del siglo XX, creador del dolor funcional urbano; es también el padrino de una generación hispanoamericana prófuga del sentimiento bravío –que cambió el tequila por el ron y el whisky– para curarse del mal de amores en grupo y sin culpa por su debilidad. Su grandeza se mide por el coro urbano de jóvenes que cantan el abandono en épica complicidad sin jurar venganza. Temas como Amar y querer, Volcán, A Esa, 40 y 20, Amnesia, Si me dejas ahora, El Principe, Me basta, El amor acaba, Lo dudo, Quiero perderme contigo, Lágrimas… son el discurso amoroso urbano del que sufre sin lágrimas, pero su mejor éxito o mejor dicho, su más grande conjuro sentimental y éxtasis melodramático freudiano es El Triste. Con esta canción sella la cumbre de su éxito musical y su sentencia del ocaso.

El crooner urbano: ¡Qué bueno, que es viernes!

José José es más que un cantante. Es el creador del mejor contenedor o el depositario del discurso emocional del macho mexicano urbano de los años 70. En él se descarga y se justifica la función del doloroso emocional del hombre clasemediero nacional que no quiere sufrir al estilo charro-cantor como Pedro Infante, ni el cantinero trasnochado de José Alfredo Jiménez.

La urbe otorga un nuevo look al varón de la ciudad que entre el ron y la sobremesa, se confiesa y autodefine como adolorido enamorado que no llora porque no es débil, pero sí demuestra sus emociones del amante perdido o no correspondido; quien encuentra complicidad con sus iguales que hacen coro o mejor aún, cantan a punta de cubas con hielo: Amar y querer; Si me dejas Ahora, a Esa, Volcán y el clímax del despecho: El triste. José José es más efectivo que Freud y más paliativo que los tragos. Es el acompañante ideal y cómplice de los jóvenes abandonados y a su suerte por mujeres que los desdeñan. Se convierte en el antídoto contra las heridas sentimentales. Se sufre pero en dosis semanales. Con José José nadie muere de amor ni mata de rabia. Todo es tolerable. Es dolor funcional.

José José es la crooner urbano que cumple su conjuro musical: Casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar. Es deseo fugaz y paliativo entonado al unísono por la generación de machos sentimentales que sufren sin lágrimas, ni pistolas, solo con tragos de cuba libre.

El contexto histórico de los años 70, de la ciudad de México con el destape, la crisis y la nueva corriente musical que está despidiendo a sus compositores referenciales como Agustín Lara (fallece en 1970) José Alfredo Jiménez quien muere en 1971, marcan un cambio en la conformación social y el concepto musical que va del rock, al bossa nova o los nuevos crooners como Sinatra. En el previo a que México sea visto por las masas como una potencia, pues la proximidad al Mundial y después de las Olimpiadas del 68, es la oportunidad para conciliarse con los jóvenes, éstos urbanos que quieren expresarse, emocionarse, vivir sin morir por pasiones ni mal de amores.

La urbe precisa de un nuevo discurso amoroso-sentimental que enjugue las pasiones, pero ya no en las cantinas que están dando paso a los centros nocturnos y los nigth clubs, de una ciudad que ha transitado entre el milagro mexicano (época pujante de la economía nacional en el gobierno alemanista) y las crisis sociales mundiales de los “jóvenes rebeldes”. Es aquí donde se perfila el nuevo crooner mexicano: José José. Quien conoce, comprende y perfila su papel en la escena urbana nacional de la música: ser el depositario, el que abandere el naciente género: la balada que se adereza con la orquesta de los bares nocturnos y la construcción sentimental de las épicas varoniles.

Las canciones que se componen a la medida para José José o quizá el traje del Principe está adaptado a su función cómplice del sentimental de la ciudad que canta su pena, que se queja en grupo entre copas de Cuba libre – cóctel setentero de moda en los bares y cantinas del combinación de ron cubano, refresco de cola y una rodaja de limón– que libera pasiones perdidas de los nuevos varones urbanos que entre juegos de cartas o al final de una fiesta de oficina cantan a coro los temas que el ídolo de la juventud no rockera hace sonar en sendos materiales discográficos como Volcán, Lo pasado pasado, Romántico,. Mi vida; Reflexiones, Promesas discos que contienen el repertorio emocional necesario para que la nueva fanaticada de varones de oficina: lloren, se solidaricen, se permiten el alcoholismo por mal de amores. Se respeten, se comprendan, se ayuden en duelo de amores.

El repertorio musical de José José sirve de escenario a la vez de fondo musical para que, el oficinista de los años 70, confiese sus batallas perdidas en la escena del amor. Lo hace a media voz, y sus compañeros que también se sienten frustrados por una mujer que los ignora, los engañó o traicionó, se saben amigos del mismo mal. Es el viernes de revelaciones en los bares de la urbe que se comienza a hacer más grande y más anónima, por lo que José José o mejor aún sus canciones son la playlist que libera tensión sentimental: “Sufro en silencio como tanta gente/ quisiera gritarte que vuelvas conmigo. Que si aún estoy vivo solo/ es para amarte”…

Confesionario adolorido y esperanzador. La nueva clase masculina de esa década setentera se despoja de los atuendos rígidos del charro para probar suerte con otros antídotos contra el mal de amores que no sean definitivos ni límite. Para sirven las baladas románticas del principie de la canción. ¡Qué bueno que es viernes! Día consagrado a los cuates del trabajo, al puro estilo de Godinez, que tanto se emula en nuestros días, con quienes se recrea el sufrimiento mediano que resiste la semana y después del desvelo en bares con José José de testigo enjugan sus penas de amores clasemedieros. El repertorio de José José es para el polvo enamorado de clase media de corazón. Su emotividad resiste y se sobrelleva en la semana, pero el viernes es la cúspide del desesperado adolorido sabe que, José José o mejor dicho su amigo de penas lo entiende, lo traduce y explica en baladas tan efectivas como su despecho. ¡Qué bueno, que es viernes! Se dice el amante fugitivo, el oficinista que soltará su confesión con amigos entre tragos de ron, sabiendo que “todo queda entre cuates”. Vendrá el lunes que todo lo olvidó.

El disco Secretos es la producción musical que marca el destino del sentimental citadino para una nueva generación de hombres que sufren en dosis semanales.Hacen del dolor funcional su pretexto alcoholizador de viernes.

José José: El amor a medio dolor.

Si Agustín Lara, en los años 30´s, inauguró la pasión romántica con mujeres en desgracia como Señora tentación o Aventurera, hasta la entrega total del hombre enamorado con la canción: Arráncame la vida. La continuidad del repertorio doloroso del macho traicionado lo construye José Alfredo Jiménez al que la desdicha habita todo el acervo musical que compone durante dos décadas (50-70).

La música ranchera tuvo en José Alfredo su mejor compositor del amor extremo del mexicano de cantina. Basta pensar en canciones como himnos del desgraciado: El último trago donde su plegaria lo lleva a confesar: Qué difícil tener que dejarte sin que sienta que ya no me quieras/ Siempre caigo en los mismos errores. A llorar por los mismos dolores”. Para rematar con su composición más definitoria: Si encuentras un amor que te comprenda/ y sientes que te quiere más que nadie/ Entonces yo daré la media vuelta y me iré con el sol/ cuando muera la tarde”.

 

Vendrá una nueva piel sentimental para el hombre urbano del México que se despide del traje charro y la pistola, que deja atrás el extremo sentimental: “que se acabe la vida frente a una copa de vida” o “Arráncame la vida, y si acaso te hiere el dolor a de ser de no verme, porque al fin tus ojos me los llevo yo”; para crear una clase mediara de corazón, un nuevo emocional sin extremos.

José José es el creador del nuevo destino sentimental del mexicano: sufrir hasta la tristeza de las lágrimas pero en secreto, con el permiso que da liberar la tensión sentimental el alcohol y las confesiones en bares con amigos del mismo dolor.

Con la propuesta musical creada por el compositor español Manuel Alejandro en el disco Secretos, la producción más vendida en la carrera del cantante José José. Es quizá ahí la consagración de un recurso musical que apela al sentimentalismo mediano del mexicano y latinoamericano que sufre en dosis. Que hace de su dolor funcional. La modernidad y neoliberalismo sentimental han expulsado del paraíso a quienes morían de amor. Ahora se sufre por querer pero nadie se desgarra como tango o ranchera de José Alfredo Jiménez.

Secretos (Productor: Manuel Alejandro, 1983 Ariola) es la producción musical que prácticamente todos los temas son éxitos: Lo dudo; El amor acaba, Voy a llenarte toda; Cuando vayas conmigo; Entre ella y tú; lágrimas; Esta noche te voy a estrenar… definen el destino del ritmo emocional del cancionero de baladas en Latinoamérica y el traje a la medida para el nuevo amante de la ciudad que no se cortará las venas por una mujer. Las letras y la voz juegan el papel confesional de las nuevas latitudes que el hombre se juega en aras de la conquista, las querencias y las decepciones. A partir de Secretos José José será el embajador sentimental y el padrino de los embriagados por despechos. Se autoriza y legitima el alcohol como mitigador y justifica que su dios revele que es gente como uno: también débil en las pasiones por lo que el mejor refugio será el trago, las drogas y las baladas.

José José no es un rey –como sí lo fue José Alfredo Jiménez– porque todo en él es mediano, más pequeño, nada es rotundo ni definitorio. Es el cantante que el espectáculo ha creado, explotado y condenado a desaparecer la línea de lo público y privado. Ante la sentencia de: los reyes lloran en el palacio. El príncipe, nuestro príncipe, lo hace todo público, se yuxtapone uno y otro espacio en un sólo sitio: la pantalla. Y desde ahí nos cuenta su vida en el melodrama que toca y le pertenece a los plebeyos.

José José es el cantante que hizo confesar a generaciones de enamorados con sus contundentes interpretaciones por espacio de medio siglo. Prueba de ello, son las más de 120 millones de discos vendidos. Es de los cantantes latinoamericanos más exitosos

A pesar que la figura idealizada del cantante más exitoso, de la voz más sentimental, del baladista más consumido por los varones contemporáneos del México machista urbano. El cantante de los más grandes éxitos que suenan desde los hogares más paupérrimos del país hasta los modernos edificios de Arabia Saudita, Abu Dabhi o Israel, José José comenzará a ser el accesible príncipe cuasi plebeyo confesional de los programas de espectáculos, en los sets de revistas musicales que a la mínima provocación da cuenta sin tibiezas de sus debilidades: alcohol, drogas y derroche.

José José, el baladista emocional: El hacedor sentimental de cancionero

¿Por qué José José es un ídolo?… Si caemos en lo inmediato: es el cantante que medio siglo formó generaciones de amorosos sentimentales. Éxito rotundo para la industria musical y discográfica que encontraron la fórmula de educar a los nuevos jóvenes que rechazan el amor hasta la muerte y sufren en dosis paliativas de bares urbanos. Pero va más allá de ello, y ese quizá su valor y al mismo tiempo su condena: José José es el artífice de la heroicidad del amoroso mediano. Si la tragedia es para los dioses, santos y reyes, el melodrama es para el mortal, el plebeyo, el anónimo enamoradizo del barrio no popular sino aspiracional.

Como ocurre con los creadores de un nuevo sentido o concepto de la sociología emocional, José José no es consciente de ello, es el depositario de un discurso que es más sociológico que musical. En sus canciones -que quizá para él son conjuros y autoconfesiones– se rebelan una identidad no sólo lírica: la balada moderna, es la nueva expresión sentimental que se impone en la construcción del nuevo hombre que la industria posmoderna promueve: sensible, tierno, sufrido a medio tono y libre de pasiones heroicas o trágicas.

La nueva psicología emocional exige no morir por amor, hacer la paz y no la guerra. Las acciones épicas del melodrama musical de José José son confesiones de debilidades y esperanzas: “imagínate que un príncipe te tare rosas de color” pero si se pierde es por causas provocadas: “anduve por ahí/llorando de bar en bar/ sin podérmela olvidar. Gastándome la piel en recordar su juramento”. Son parte de su propia biografía musical y personal donde se expresan una en la otra o una sobre la otra. Esa dualidad cuasi única marcan la propensión a la que es objeto: revelar su vida y su voz en la fragilidad de lo público.

José José es siempre víctima de su propia confesión. Se vuelve entrañable por próximo y frágil, porque es empático con los sentimientos del vecino, un anónimo que lo emula, lo homenajea, lo reproduce hasta el cansancio y a cada ocasión que el dolor se presenta o al antojo de las confesiones trasnochadas con los amigos. Por ello, y en contra de su decisión, José José es parte del discurso sentimental mexicano y latinoamericano por su cercanía e intimidad hecha a fuerza de confesiones cantadas. Es por derecho propio, y a fuerza de su empeñoso cancionero de baladas emocionales: el doloroso funcional.

 

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